Isaki se va a los Óscar con una peli de amor. Todas las pelis de Isaki son pelis de amor. A quien está contigo. A tus amigos. A gente que no sabes que conoces. A la música. A una ciudad. A un paisaje. A los que ya no están. Isaki es una persona profundamente romántica. Su manera de narrar es un atentado contra la cuarta pared. Isaki no nos quiere ante una pantalla. Nos quiere dentro de la película, dentro de la acción, sintiendo con los protagonistas. Implicados. Atrapados. Su cine se vive.
Segundo Premio es exactamente eso. La grabación de Una semana en el motor de un autobús, uno de los discos que definen nuestra música, se ha documentado profusamente. Nando Cruz escribió un libro magnífico1 al respecto que recoge el proceso de composición, ensayo, arreglo y grabación de cada canción, la fabricación de la obra conceptual en la mesa de mezclas, las interioridades del grupo, los conflictos con la discográfica, etc. El libro es el documento definitivo para quien esté interesado en el proceso. La película nos pone en la piel de una banda en estado de desgracia que, a base de talento, implicación, insistencia, riesgo y no pocas dosis de toxicidad, sacó un disco memorable. Es por eso que los personajes no tienen nombre. Podemos vestirnos de ellos. Ponernos en su piel. Vivirlos. El batería2 dice en un momento de la narración que si una banda es algo es porque es su ciudad. La Velvet Undeground es Nueva York. Joy Division es Manchester. Los Planetas es Granada, la herencia musulmana, Lorca, el flamenco y, más importante, esa ciudad genérica que, aún teniendo las mismas arquitecturas que cualquier otra periferia andaluza, sigue siendo Granada, la ciudad que se mira a sí misma. Granada son las transiciones entre el centro, los ensanches, los polígonos, la campiña. Es en las juntas entre barrios, en esos espacios de encuentro e intercambio híbridos e indefinidos donde sucede todo. Segundo Premio es una carta de amor a la Granada de los granaínos. Todos los actores, independientemente de su origen, hablan granaíno3. Los actores principales son también músicos. Una película así sólo se podía hacer con actores músicos. El pacto de ficción requería que la música diegética4 fuese interpretada en directo por los propios personales, creando un universo tan potente que es creíble incluso si has escuchado centenares de veces Una semana en el motor de un autobús. Esto permite que los actores puedan rodar las escenas donde calientan, interpretar versiones alternativas -a destacar Línea 1 con toda la banda- y tocar canciones con una formación incompleta que cuenta, a veces por omisión, la calidad del Guitarrista5, sin el que todo suena bastante más llano.
Hemos de asumir que, por jóvenes que nos creamos, Segundo Premio es una película de época. Una semana en el motor de un autobús tiene su buen cuarto de siglo. Una semana en el motor de un autobús es un disco del siglo XX. Granada -como todas las ciudades- ha cambiado significativamente en estas dos décadas y media, tanto a nivel de edificios como de espacio urbano, y lo ha hecho inadvertidamente. La película recrea la Granada de los 90, y lo consigue filmando calles que han cambiado poco iluminadas con las lámparas de sodio a baja presión de la época, que Isaki ha convertido en la base del look de la película, a base de colores cálidos y desaturados. En las localizaciones españolas la cosa fue fácil, porque las municipalidades implicadas permitieron desmontar las bombillas LED actuales y recuperar las antiguas.
En Nueva York, en cambio, no se pudo hacer esto por carecer de permiso de rodaje6. Producción quiso cambiar las bombillas del Manhattan Bridge por la cara. Alguien del equipo, temeroso de ir a la cárcel, hizo desaparecer la escalera con que pensaban hacerlo. Sólo se cambió una. Y el partido que le sacaron.
La película se cuenta sin la presencia de personajes que hagan tramasplaining. La intimidad se consigue acercando la cámara. La separación, a base de saltos de eje. La desesperación, con un brillantísimo plano largo que empieza en un interior y termina siguiendo al Batería al exterior hasta que se tira a una piscina. La cámara se acerca mucho a su cabeza para tener un referente próximo mientras va cerrando progresivamente el diafragma sin llegar a hacerlo del todo, dando una calidad onírica a la escena. El encuentro neoyorkino entre el cantante y en guitarrista7 se escenifica mediante una alucinante variación de la profundidad de campo8 que termina enfocando el primer y el segundo plano. Antes, su comunión definitiva9 se habrá contado con una superposición de escenarios y de cuerpos que remite a una de las mejores escenas de toda la historia del cine, conseguida gracias a la magia del director de fotografía Robby Müller en Paris-Texas (Wim Wenders, 1984). Todo este despliegue de virtuosismo está tan bien integrado a la narración que no destaca en ningún momento.
El rasgo más indie de toda la pel·lícula es su imperfección, que la hace vibrar y palpitar. Algunos planos de época chirrían -la trasera de la Azucarera de San Isidro, visible cuando el Guitarrista se va a rehabilitación, no se urbanizó hasta fechas muy recientes, por ejemplo-. El Parque de las Ciencias se termina convirtiendo en aeropuerto, etc. Pasolini, John Carpenter y muchos otros ya lo hicieron10. La película tiene un universo propio, y funciona. Es un espacio fílmico, coherente con una manera de narrar precisa, concreta y personal. El lenguaje de Isaki es espacio. Pura arquitectura, tanto la que se muestra como la que crea la acción, porque Isaki y Los Planetas son unos artistas con unos modos de expresión tan potentes que podrían trasladarse a una manera propia de entender la arquitectura arquitectura sin esfuerzo, unos artistas profundamente enamorados del espacio, porque todo el cine de Isaki es cine de amor.
1_ Una semana en el motor de un autobús, Nando Cruz (2011). Ed. Lengua de Trapo.
2_ Eric Jiménez, interpretado por Mafo, es el mejor músico de Los Planetas. Sus fuentes de inspiración, explicadas en la película, se recogen en Cuatro millones de golpes, su autobiografía.
3_ Daniel Ibáñez, que interpreta al Cantante, es madrileño y habla en granaíno. Apareció, por cierto, en Terminator: Dark Fate. Sí: Isaki Lacuesta y Arnold Schwarzenegger han compartido actor.
4_ La que se escucha en el mundo de la ficción, opuesta a la música extradiegética, que es la que solemos entender como una banda sonora convencional, la que se compone al final del rodaje y se incorpora en la sala de edición.
5_ Florent es un guitarrista excepcional por expresarse gracias a una economía musical pasmosa. El riff inicial de Montañas de basura tiene una sola nota. En La Copa de Europa, la canción de casi10 minutos que cierra el disco, siempre suena una guitarra -con el Univibe a tope- que sólo toca un mi en dos tiempos de cuatro pulsos. El tema evoluciona, modula, se eleva, pero el obstinato en mi siempre está allí. Tal economía de medios emparenta a Los Planetas con bandas como la Velvet Underground, los mejores U2, The Smiths o My Bloody Valentine, cuyo Loveless aparece en la película.
6_ Tampoco lo tenía José Luís Garci cuando rodó las escenas neoyorquinas de El Crack (1981), su mejor película que es un canto de amor a Madrid y al cine negro. No estoy seguro de que a Isaki le gustase el paralelismo.
7_ En realidad la calle Buen Suceso de Madrid. Elías Siminiani le advirtió que no colaría pero, según me ha contado el mismo Isaki, sólo se lo he hecho notar yo mismo.
8_ Fue Isaki quien, picado porque no lo había notado yo solo, me lo contó. Y es que está especialmente orgulloso del plano.
9_ El cantante Cristalino interpreta al guitarrista. Su actuación es tan brillante, sensible y carismática que se come la cámara en cualquier escena donde salga.
10_ Edipo re (1967), de Pasolini, está tan expresamente desubicada que parece Mad Max, aunque deberíamos decirlo al revés. John Carpenter rodó Escape from New York (1981) en East St. Louis, Missouri. Ningún artículo sobre Isaki sin su referencia a John Carpenter.