
Atelier Atlántico está formado por Mario Galiana y Germán Müller.
Las fotos de la obra terminada son de Luís Asín. El resto del material está elaborado por Atelier Atlántico.
Los ciudadanos -y, entre ellos, no pocos arquitectos- hemos dimitido de la arquitectura. El por qué está claro: vivimos inmersos en una crisis habitacional terrible que ha convertido los bienes inmuebles en una especie de elefante rosa inaccesible. El desencanto y la frustración que esto ha provocado, fundamentalmente entre la gente joven, es uno de los responsables directos de este actual auge de la extrema derecha que tiene algo de distópico en sus intenciones de dinamitar un sistema que -seamos serios- está dejando mucha gente atrás.
La configuración de la vivienda está cambiando rápidamente. Buena parte de las soluciones más creativas son patrimonio exclusivo de las clases altas. Parte de éstas son socializables. Los tiempos no son buenos. Escribir sobre vivienda es una manera de mostrar un cierto optimismo hacia lo que vendrá.
Este artículo versa sobre una vivienda que no es una vivienda, sino una parte de ella que no puede pensarse sin saber que funciona en red con otras arquitecturas vecinas. Este crecimiento incremental de partes que reconfiguran lo existente, la idea de mejorar una casa desde fuera de ella con añadidos a posteriori en otros solares que trabajen sobre los espacios comunes otorgan una pertinencia especial a este proyecto.

La carrera de arquitectura es una formación profesional que permite relacionar unos conocimientos técnicos con situaciones urbanas y programas muy complejos. La arquitectura no se reflexiona. Se hace. Cuando se escribe sobre teorías de arquitectura se tiende a obviar el factor tiempo como uno de los principales condicionantes de un proyecto. Las construcciones se necesitan. A menudo se encargan cuando la necesidad que las origina existe ya, sin planificación. Con prisa.
Los arquitectos suelen reflexionar sobre la arquitectura entre proyecto y proyecto. La reflexión se produce desligada de un programa y de un cliente. Pensar sobre arquitectura sirve para entrenar la intuición, lo que es especialmente importante dada la complejidad a diversas escalas de casi cualquier encargo de arquitectura ya que ésta, independientemente de cómo solemos explicarla, es siempre relacional. Un arquitecto interpreta las demandas de un cliente que sólo es consciente de una parte del problema1 y propone soluciones cuya complejidad estará en función de una conversación.
La acumulación de encargos profesionales interviene por fuerza bruta en la ciudad. Cualquier proyecto, por pequeño que sea su escala, es un proyecto urbano desde el momento en que es producto de una cultura que propone y moldea unos usos del espacio.
El lugar.
En 1835 se desamortiza el monasterio de San Millán de Yuso, ubicado en el municipio de San Millán de la Cogolla. En 1911, el arqueólogo granadino Manuel Gómez Moreno descubre unas glosas en un documento escrito en latín. El filólogo Ramón Menéndez Pidal las describirá como el testimonio más antiguo que se conserva de la lengua castellana. Las Glosas Emilianenses son un documento muy interesante al estar escritas no en un solo idioma, sino en tres: latín común, castellano y euskera2. La mayoría de las glosas está en latín. Casi ciento cincuenta de ellas están en castellano. Dos están en euskera. La importancia de estas últimas es capital, porque nos habla de una lengua de uso que convierte La Rioja en un territorio de intercambio de una gran diversidad cultural.
El municipio de Bañares está a 20km de San Millán de la Cogolla, asentado en la misma región, compartiendo sus mismas circunstancias culturales. Cuenta con menos de 200 habitantes, asentados en un casco urbano compacto e informal. Los profesionales de la arquitectura -lo que ahora entendemos por arquitectos- entraron tarde en la población, y lo hicieron por la vía de las regulaciones y los conocimientos técnicos. Su cultura estética se consideraba irrelevante. Bañares cuenta ahora con una mezcla entre casas diseñadas por arquitectos en estos términos y una buena reserva de construcciones informales realizadas en diversos materiales por artesanos conocedores de una manera de ejercer el oficio suficiente para la poca diversidad tipológica del lugar.


La bodega.
El programa de la bodega no ha sido propuesto por los arquitectos, sino por los clientes, cuya demanda es construir los espacios comunes que faltan a una vivienda para encuentros familiares numerosos, que pueden realizarse en un local aparte en contacto con el suelo y la vegetación. La bodega, por tanto, es el anexo de una vivienda existente. Esta bodega es el lugar de la celebración. Esta bodega será el lugar que identifique la casa. El origen de sus recuerdos. El lugar donde se produce gran parte de lo más agradable de la vida: encontrarse, cocinar, comer, conversar, reírse.
Su formalización es interesante: la capa más epidérmica y directa se conforma con un ladrillo montado con los mismos aparejos que pueden encontrarse en el resto de Bañares. La casa rinde homenaje a las construcciones informales del lugar, las dignifica y permite que puedan existir en unas arquitecturas más fijas y representativas.


Un solo hueco la conecta con la calle. Cuando se abre el portón que lo protege aparece un zaguán que guarda un acceso que monta una puerta y una ventana adyacente que, alineada con otra en la otra fachada, permite contemplar toda la profundidad de la parcela. El único mueble-tabique divisorio se alinea con esta visual para proporcionar privacidad al resto del espacio. Esta visual da la bienvenida al lugar. La casa se abre. También es capaz de protegerse.

El resto: capas. Tras el muro que separa la bodega de la calle, la cocina. Luego, la gran sala. Luego, un porche. Luego, el jardín. Las circulaciones se producen pegadas a las paredes para liberar los grandes espacios demandados.


La sección: aguas adentro. La cubierta se eleva. La luz entra desde arriba. La estructura va a su bola, soportando el tejado de una manera racional3, creando ese tipo de complejidad visual que genera la belleza. La luz cenital fija el espacio. La luz de las ventanas invita a salir y vivir el exterior.



En la bodega resuenan las construcciones del lugar. Resuenan los maestros nórdicos. Resuenan arquitecturas de amigos comunes como Óscar Miguel Ares, que opera a casi 200 km, o Harquitectes, o Te d’A, cuyos modos de hacer demuestran la increíble diversidad que se puede adquirir en lugares distantes con los mismos materiales aplicados con técnicas casi idénticas.


La bodega se expresa mediante este mismo carácter de intercambio que existe en las Glosas Emilianenses. También se expresa a través de su entorno inmediato. No puede entenderse sin la casa vecina que la ha originado. Ni sin el resto de las casas del Bañares. La bodega, un edificio de una cierta autonomía formal que es parte de una casa, construye un matiz importante en la conversación sobre la vivienda. Y lo hace de la única manera en que la arquitectura es capaz de hablar4: a través de la construcción de una obra madura, consistente y atmosférica.
Valdrá la pena visitarla dentro de quince años.

1_ La principal diferencia entre un cliente y un arquitecto es, precisamente, esta formación que le ha dado una visión en perspectiva producto del conocimiento de una acumulación de casos, soluciones y técnicas fuera del alcance de alguien que no pueda dedicarse a ello a tiempo completo. No hay otra. La carrera no otorga propiedades morales.
2_ El latín hablado en los monasterios dista mucho del latín clásico. Sus diversas variantes se convertirán en las lenguas romances conocidas.
La paradoja es que las glosas en euskera, idioma bastante más antiguo que el castellano, también se convertirán en la manifestación escrita más antigua en este idioma. Su antigüedad se data, entre otras cosas, gracias a los topónimos que ha sido capaz de crear.
3_ Es decir, barata o, como mínimo, con una buena relación coste-beneficio.
4_ No. La arquitectura de papel no existe. La teoría de la arquitectura, en el caso improbable que tenga sentido, tampoco es lo que pensáis. Pero esto, para otro día.