Ha muerto Pep Sau. Repentinamente. Haciendo fotos por la montaña, como le gustaba hacer. Tenía 61 años.
No es justo.
Lo quería y lo admiraba. Es uno de mis fotógrafos favoritos. ¿Sabéis? Fotografiaba como era: imágenes limpias, luminosas, profundas. Tras cada una de ellas bullen una voluntad de expresión intensa, su alegría, su timidez. Un punto de melancolía. Como de distancia. No le bastaban las dos dimensiones. Necesitaba contar qué había tras la cámara. En sus fotos podemos sentir el frío, el calor, el viento, los ruidos de fondo. El lugar. Los paisajes del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa, porque no podemos olvidar que Pep era -es, será siempre- profundamente garrotxí. Poseedor de una mirada y de una sensibilidad muy especiales, Pep era un gran fotógrafo de paisaje, uno de los mejores que he conocido: cercano, un punto onírico.
Pep era -es, será siempre- uno de mis fotógrafos de arquitectura favoritos, precisamente porque no era, ni quiso ser jamás, un fotógrafo de arquitectura. Para Pep todo es paisaje. Recuerdo una mañana cuando Salvador Tarradas, de Atheleia arquitectura, me enseñaba una casa que habían terminado en Montagut. Si la visitas te das cuenta que lo más importante es la riera que pasa tangente. Las fotos nos las hace Pep, me dijo, y yo sonreí encantado. Allí están la riera, el viento, el sol, los elementos. Se pueden leer las cosas importantes del entorno, reconstruidas por su mirada, sin que nadie te las tenga que contar.
Siempre que hago fotos a través de un cristal pienso en Pep. Si a Pep le dabas un cristal era feliz. Te lo devolvía multiplicado.
Esta es una de las mil cosas que me enseñó.
Gracias a él tenemos un registro de la mejor generación de arquitectos de la Garrotxa. Las obras de todos ellos han desfilado por su lente: las de Xevi Bayona, Joel Padrosa, Miquel Subiràs, Eduard Callís y Guillem Moliner -el Parell d’Arquitectes-, Arnau Vergés, Pau Llimona… su mirada ha sido clave para identificarla, construirla y darle vida.
Convivía cotidianamente con las fotos de Pep. Siempre era un placer hablar con él.
Lo conocía, como a tanta buena gente, gracias a Rafael, a Carme y a Ramon de RCR. Debemos a Pep la versión más local, visceral, lírica y poética de su obra.
Le gustaba trabajar en las horas extremas del día, de madrugada y al atardecer. Pero cuando tuvo que fotografiar Les Cases que no Criden lo hizo en lo más rabioso del mediodía. Renunció a su paleta de colores en favor de un blanco y negro contrastado en extremo, creando un imaginario que jugaba perfectamente con las acuarelas del libro sin querer competir con ellas.
No se puede entender la obra posterior de RCR sin este libro. Ni este libro sin Pep.
No quise leer mi tesis doctoral sin asegurarme que hubiese fotos suyas en la presentación.
No sé si le llegó que aparece en las dedicatorias de la tesis.
En el último tercio del siglo XIX, Joaquim Vayreda, su hermano Marian y Josep Berga fundaron la Escuela de Paisaje de Olot, la más importante que jamás ha existido en Cataluña. La cultura de la ciudad se explica a través de ella.
Pep Sau es miembro de pleno derecho de esta Escuela de Paisaje. Sus fotografías son herederas directas de aquellos cuadros. Tal es su categoría como artista.
No hace falta decir que todas las fotos de este artículo son de él.
El Archivo Nacional de Cataluña y el MNAC harían bien tomando nota de ello. Tanto para hacer justicia a su memoria como para colocar a Pep donde le toca. Se lo merece. Nos lo merecemos.
Hasta la vista, Pep.