Fotos: Javier Agustín Rojas.
El gran número de revistas, webs, blogs y perfiles de redes sociales sobre arquitectura ha servido para manifestar lo poco que sabemos publicarla. Hijos del romanticismo más exacerbado, todos estos perfiles han convergido hacia un solo tipo de arquitectura posible: proyecto-manifiesto que ha de cambiar la historia. El proyecto singular. La excepción. La histeria, la desesperación que acompañan a esta voluntad han hecho el resto. La Casa Jardín es cualquier cosa menos esto, pudiendo definirse como un ejercicio profesional dotado de la dosis justa de arquitectura para conseguir el éxito del encargo, una casa proyectada de un modo tan preciso y orgánico que no parece ni diseñada.
El encargo: Una casa, un huerto, un jardín, un garaje, una piscinita1 contenidos en una parcela en pendiente suburbana dotada de vistas lejanas y árboles centenarios a unos 50km. de Córdoba, Argentina
La respuesta: Compacidad. Todas las piezas del encargo excepto la piscina se alojan bajo un mismo volumen formalizado como un gran zócalo de hormigón que contiene acceso, garaje y servicios sobre el que se disponen una serie de pórticos de acero de 12 metros de luz, los pórticos más finos que el cálculo podía dar, unos IPN asimétricos que mantienen una total continuidad entre los pilares y la jácena, sin otro detalle que el elegante giro del perfil, primera manifestación de la economía expresiva que regirá todo el proyecto.
La planta: un peine de estar y habitaciones colgadas en batería de un pasillo de sección tan generosa que parece prolongar el espacio de estar. La casa se formaliza con la lógica de una muñeca rusa: una L formada por el porche, el huerto y el jardín abraza una L formada por el pasillo y el estar que abraza un volumen compacto que contiene habitaciones y baños. El conjunto se percibe de una sola mirada. La orientación que proporciona es inmediata.
… y la arquitectura. He escrito sobre volumen. Bueno, volumen… la casa no define exactamente un volumen, sino una estructura que eventualmente se transforma en cubierta. Espacios interiores y exteriores se confunden apropiándose tanto del jardín como de las vistas lejanas. Todo está desencajado, todo es ligero, atravesado por la luz. El color blanco con que se pinta cualquier elemento resistente ayuda a esta percepción.
La construcción, sobria, precisa y elegante, proporciona la atmósfera. El agua de la cubierta se evacua mediante un precioso canalón plano que se desencaja de la casa colgado de unas ménsulas. Únicamente el bajante toca el suelo. El mismo detalle se invierte para conformar un umbral soportado por la misma ménsula2. La relación entre la estructura y las plementerías es igual de elegante. El esqueleto siempre está presente. Paredes y techo reivindican su carácter de forro ejecutado con materiales cálidos, lo que intensifica la relación con el exterior, el jardín y las vistas. La casa nos sobrevuela. Los materiales nos abrigan.
La sección transversal: pórticos de 12 metros a una sola agua cubierta en sus dos terceras partes. La cubierta es baja donde requiere intimidad y alta donde se requiere relación.
La sección longitudinal: jardín y huerto desfasados la altura de un antepecho. El pasillo recorrido por un mueble longitudinal que en algún momento será mesa, muro de contención, prolongación del exterior. Lo que delimita el espacio siempre está por debajo de nuestra cintura. El espacio se define. La luz, las vistas y el sol pasan. El diseño es hijo de la sutileza de la construcción. Del replanteo. De la puesta en obra. De la tranquilidad de no tener que decirlo todo en un solo encargo.
La ambigüedad: La casa es pequeña, pero se apropia de toda la parcela y del paisaje. Hacer mucho con poco. Jugar sutilmente con la identidad que propone un tipo edificatorio -el de la casa ligera sobre un sótano robusto- repetido por todo el continente, fácilmente reconocible tanto por lo que tiene de cotidiano como por ser el más filmado de toda la historia. Conseguir que un entramado metálico a penas recubierto tenga esta calidez. La Casa Jardín es una arquitectura alejada del manifiesto, doméstica, cálida, preparada para ser vivida sin ser reformada, hija de un estudio que entiende que la expresividad está en la arquitectura, no en la explicación de esta. Porque la arquitectura se ejemplifica, no se escribe. Y aquí se demuestra.
1_ Una pileta, vaya.
2_ Este detalle, que proporciona una horizontal perfecta que define la proporción de la casa y regala una línea de sombra potente, se repite de idéntica manera en el Pabellón del Baño de RCR arquitectes. Great minds think alike.