Bayona Studio_ Restaurant Equilibri

Fotos: Adrià Goula.

¿Para qué?1

Ritualizar una comida. Marcar un momento especial. Realizar una ceremonia del tipo que sea: un encuentro entre amigos, un negocio, una conversación trascendente, una cita. El rito del comer es una obra compleja donde la elaboración y la presentación de la comida, el servicio, la actitud corporal, el vestido, marcan ese momento. La arquitectura marca esta singularidad y permite que esto suceda, una arquitectura a la que se le piden características contrapuestas: singularizar cada mesa, aislarla y, a la vez, unificar el ambiente para marcar este espacio extraordinario.

¿Dónde?

Olot: Un cap de comarca -la capital de la Garrotxa- donde, gracias a la diversificación de su economía, gracias a una industria cárnica boyante, gracias a un sector servicios bien desarrollado, hay dinero y demanda de negocios.

Olot: Un cap de comarca marcado por un movimiento cultural sostenido que, aupado sobre su escuela pública de arte -fundada por el Obispo Tomàs de Lorenzana en 1783-, creó la pintura de paisaje más importante de la Cataluña del XIX y, sobreviviendo al franquismo, ha seguido produciendo artistas de talla mundial hasta día de hoy2.

Olot: Un cap de comarca rodeado por un parque natural que protege una zona volcánica que, por las características de su suelo, da unas materias primas singulares y particularmente apreciadas en la gastronomía. Sí, esto es una derivada cultural, pero esto también es un artículo sobre un restaurante.

Carrer de Sant Ferriol, 47, 17800 Olot, Girona: en las estibaciones del casco antiguo, sobre una parcela suburbana ubicada en una manzana larga y estrecha perpendicular a una calle larga y sinuosa que desemboca en la bellísima plaça Clarà, ocupada por un mediocre edificio de viviendas de promoción privada lo suficientemente anónimo como para hacer ciudad. La parcela había estado anteriormente ocupada por un galpón -una construcción tan cotidiana como para que pasase desapercibida y no fuese considerada patrimonio, quedando fuera del catálogo- del que sólo fueron derribadas las crujías que ocupaban la huella de las viviendas, quedando el resto como una reserva de espacio que ya estaba cubierto y, por tanto, se podía vender fácilmente. Las dos construcciones se relacionan por un patio que llega hasta el suelo.

¿Cómo?

Profundidad de campo. La cocina, que en un restaurante de estas características debe quedar a la vista, se ubica en el fondo del local, rematada por una pared revestida con una combinación de baldosas negras mates y brillantes3. La entrada se retrasa cinco metros a causa de la normativa de evacuación, produciendo una terraza-antesala de acceso. El espacio se queda aplastado, negándose su profundidad, su visión perspectiva, quedando aplastado entre la visión cercana y la vibración de la pared posterior. Este aspecto es casi imposible de ser fotografiado, apreciándose sólo in situ.

Desnudar. El local se queda en la piel y los huesos, evidenciando sus características duales. El galpón: mampostería formada por diversos tipos de piedra volcánica -gredas, basaltos- y restos cerámicos. El local previo: paredes enyesadas que reflejan la luz del patio.

Vestir. Un zócalo de bloques de termoarcilla vista de alturas diversas resaltado por remates de madera y metal. La termoarcilla, un material basto y grueso, llena el local de una textura lo suficientemente intensa como para que las paredes cojan personalidad, lo suficientemente regular y diferente como para dialogar eficazmente con la mampostería del galpón.

Amueblar. Sacar partido del grosor de la termoarcilla para apoyar en ella mesas, paredes luminosas realizadas con chapas metálicas perforadas dobladas a 45º. Las paredes horadadas, los nichos, los gruesos habitados son propios de las arquitecturas vernáculas de la zona4 y de no pocas casas del centro.

Iluminar: lámparas colgadas de papel doblado que individualizan las mesas. Las paredes luminosas que acompañan el movimiento. El patio como centro de la intervención. La luz cenital del galpón. Los reflejos satinados, untuosos, de la termoarcilla y la madera. La mampostería como una superficie sorda que da un cierto aspecto cavernoso al conjunto.

Tensar. El patio como centro y frontera. La parte nueva del local como antesala, con sus ambientes lujuriosos y controlados, con sus geometrías estriadas. El galpón rematado mediante un espejo gigantesco que, ubicado en el frontón que forma la línea de corte -lindando con el patio-, restituye la verdadera magnitud del espacio. Lo viejo como patrimonio, como preexistencia, como punto de partida, como aquello que marca un espacio que tiene que ser percibido unificado, consiguiendo por fin aunar aquello que mutiló el edificio de viviendas.

Y un no sé qué de…

Atmósfera. Un interior sin exterior.  El acceso al local, estrecho y oscuro, imposibilita sentir el lugar con el consiguiente riesgo de deslocalización del espacio. La arquitectura como artefacto que ayude a sentir dónde se está creando un paisaje cívico, cultural, representativo. La arquitectura como artefacto narrativo, como escenografía que evoque la potencia cultural de la ciudad. Tan poderosa es.