(Microobra en tres actos)
Acto 1º: Planteamiento.
La Super Bowl, es decir, la final de la NFL, es uno de los eventos para televisión más populares. Con audiencias que superan los cien millones de espectadores, contiene algunos de los minutos de publicidad más caros del planeta, lo que se debe al doble factor de haberse convertido en un lugar común y de ser un espectáculo nativo para la televisión. La Super Bowl es un evento que se puede seguir cómodamente desde el sofá sin perderse nada relevante. El público predominante está compuesto por varones heterosexuales, objetivo que, gracias al heteropatriarcado, se considera mayoritario. No para los organizadores, que vieron la oportunidad ampliar audiencias gracias al Halftime Show -el espectáculo de media parte-, donde la participación de determinadas divas del Pop (Madonna, Beyoncé, Katy Perry o Lady Gaga) abrió las puertas tanto a las mujeres como al colectivo LGTBIQ+ al tiempo que suavizó el tono manifiestamente heterosexual1 del resto del show, a celebrar en estadios que han pasado a estar diseñados por grandes firmas de ingeniería: si el relato de los arquitectos se basa en una creatividad entendida como innovación, éstos perderán un negocio que consiste básicamente en optimizar un tipo bien definido, quedando relegados al papel de simples fachadistas.
Como suele ser típico de los espectáculos inclusivos, su primera premisa es no estorbar. El show de media parte ha de ocupar la menor superficie de césped posible, no ha de dañarlo y ha de ser fácilmente montable y desmontable. También debe de ser nativo digital, verse bien en directo y ser lo más aparatoso y relevante posible.
En 2023, este espectáculo fue encargado a Rihanna, asociada para la ocasión con Tait, una de las ingenierías de espectáculo más potentes que existen. Otro dato relevante es que Rihanna se encontraba en un avanzado estado de gestación en el momento del show.
Este espectáculo ha sido el más visto de toda la historia de la Super Bowl.
Acto 2º: La solución.
Una línea. Rihanna y Tait deciden que todo el espectáculo discurrirá en un escenario lineal que ocupa la totalidad del eje longitudinal del terreno de juego.
Una línea desplegada en el espacio es un plano, en este caso un plano virtual que corta en dos el estadio. Esto se consigue elevando bailarinas de la Royal Family Dance Crew sobre plataformas espejadas que, sujetadas por un sistema de cables invisibles cruzados para minimizar su balanceo, subirán y bajarán, creando este plano y posibilitando que el espectáculo se desarrolle en el eje Z, es decir, justo a la altura de los ojos de los espectadores. Este gesto parte el terreno de juego en dos mitades, transformando totalmente el espacio, creando la ilusión de estar en un espacio radicalmente diferente al que antes y después aloja un juego que requiere la superficie del terreno en su totalidad. Las plataformas son siete para dejar una central, que ocupará Rihanna en solitario, y tres a cada lado. Su relativo bamboleo fuerza a sus ocupantes a atarse a unos ganchos centrales. Si Rihanna no se puede mover, mejor se ancla al suelo. La danza de las bailarinas de las plataformas será, pues, estática, y se complementará con las que van ocupando el suelo conforme avanza el espectáculo. La gigantesca coreografía es obra de Parris Goebel. Tait no se ocupa tan sólo de solucionar las plataformas. También resuelve la manera de filmar lo que ocurre sobre ellas, a menudo con tecnología propia o customizada por ellos mismos. El espacio se desarrolla simultáneamente a la manera de filmarlo.
Acto 3º: Show.
(Se recomienda su visualización antes de seguir leyendo) https://www.youtube.com/watch?v=HjBo–1n8lI
Lo que se vio el 12 de febrero de 2023 es una Gesamtkunstwerk2. Al sueño wagneriano de unificar música, literatura, danza y arquitectura se le suman varias artes más: cine -TV-, diseño de moda, pintura, escultura, fotografía.
El show se inicia con un primer plano cerrado del rostro de la cantante, que dirige a cámara una mirada hipnótica, magnética. La cantante derrocha carisma no tan sólo por su potente personalidad. También por ser el centro -literalmente el centro- del espectáculo, diseñado y concebido para ella en este momento exacto de su vida. Tait se marca el órdago de empezar un espectáculo grandioso con un rostro.
Rianna viste de rojo, con ropas de Loewe, con bambas Salomon. Los bailarines se revisten de blanco con ropa Fenty3. Las ropas, aparatosas, holgadas, ocultan rostros y géneros, únicamente revelados en momentos puntuales del espectáculo para luego volver a esconderse. Esta revelación puntual da más fuerza a los cuerpos que su exhibición permanente, y da protagonismo al movimiento. Porque todo baila. Todo está coreografiado. No sólo los bailarines: bailan las plataformas, bailan las cámaras. Bailan los desplazamientos. La complejidad del espectáculo se va incrementando conforme sube el número de bailarines. Esta complejidad se traslada también a la ropa. Rihanna responde a la costumbre de perder capas de vestido a cada tema añadiéndose ropa progresivamente, hasta terminar vistiendo el bellísimo abrigo diseñado expresamente por Pieter Mulier para Alaïa, que la semeja a una escultura de Rodin rediseñada por un artista pop. Los vestidos holgados se usan para convertir los bailarines en un solo cuerpo capaz de componer imágenes tan potentes y dantescas como un cuadro del Greco, o de convertirse en una escultura que podría ser de Bernini. Cuando esto sucede, el espectáculo parece pararse y convertirse en una fotografía. La calidad de las imágenes estáticas, así como de la coreografía, es tal que éste podría incorporarse ya mismo a los fondos de la Biblioteca del Congreso.
Luego se desmontó todo en siete minutos, demostrando que la arquitectura efímera puede provocar unas sensaciones más duraderas que otras obras que permanecerán siglos.
Este artículo no hubiese podido ser redactado sin Carmen Figueiras, mi compañera en el podcast El Punto Gordo, que en su episodio 16 se ocupó monográficamente de este espectáculo. https://www.ivoox.com/16-el-vientre-rihanna-audios-mp3_rf_103697125_1.html
1_ Con la correspondiente carga homoerótica que lleva implícito un combate organizado entre hombres altos y fuertes, claro.
2_ Es decir, una obra de arte total.
3_ La marca propia de Rihanna, que da tantos dividendos que ha convertido su faceta musical en un hobby.