Gracias a Joan Puigcorbé, Joel Padrosa y Miquel Subiràs, por mucho.
La necesidad de habitar el territorio es más fuerte que la de hacérnoslo nuestro. Primero construimos, luego habitamos y quizás -sólo quizás-, más tarde nos identificamos con él1. Esto es cierto a diversas escalas: la ciudad de Las Vegas, con poco más de medio millón de habitantes, recibe cuarenta millones de visitantes anuales sin relación ninguna con su territorio. Lo mismo pasa con los ensanches de las ciudades históricas y con las urbanizaciones que se han ido dispersando por nuestro territorio, urbanizaciones como la que nos ocupa: una ubicada al azar en medio de la Garrotxa entre los núcleos de Castellfollit de la Roca y Montagut, hiperconectada por una carretera general y una autovía potente, un racimo de casas unifamiliares aisladas servidas por calles sin identidad ni fachada conformadas por vallas, sin apenas aceras ni equipamiento urbano. Necesitada de un nombre, el escogido fue tan azaroso como la propia urbanización: La Cometa. El resultado: tranquilidad, coches, buenas vistas lejanas y ningún rasgo distintivo. Los hitos: un restaurante y dos casas relevantes, la M-Lidia2, diseñada por RCR arquitectes y construida y rematada por Miquel Subiràs, y la MM, diseñada por Atheleia Arquitectura, de la que ya me ocupé en su día. Existe también un tercer proyecto [muy] relevante que me reservo para presentaros cuando haya conseguido representarlo como se merece. Estamos en ello.
Un comentario sobre estas dos casas: están perfectamente enraizadas al lugar. Son el lugar. Las casas, cada una a su modo (la M-Lidia en una hondonada que es casi el centro geométrico de la urbanización, la MM aprovechado que limita con una riera) son modélicas respecto de su comprensión y aprovechamiento del lugar. Esto, entre otras cosas, implica que esta identificación con el paisaje, el sol, las brisas, la vegetación, las invisibiliza. No son casas representativas, ni lo quieren ser. La identificación con el lugar comporta, en este caso, un anonimato casi perfecto. El resto de las casas oscilan entre una actitud de negación de la calle parecida y un reclamo -una fachada, vaya- que se exprese a través de cualquier rasgo que sus habitantes consideren representativo, rasgos que pueden estar en La Cometa, en Lleida o en Sevilla: impostas, columnas porches, materiales más o menos caros. Es una representación codificada para que sólo importe a quien las habita, y para que devenga ruido visual para el resto.
Un lugar así sólo puede identificarse mediante un proyecto público que -carta a los Reyes- saque partido de las bondades del lugar, bondades que ya hemos citado: la tranquilidad, el sol, las vistas lejanas. Algún rasgo local, si se es capaz de identificarlo. Poco más. La Cometa pertenece al Ayuntamiento de Montagut. Unos fondos europeos permitieron que el consistorio se plantease la construcción de un equipamiento, que sólo podía ser un Centro Cívico. El arquitecto escogido para su construcción fue Miquel Subiràs, que realizó el proyecto con la asistencia de Joan Puigcorbé.
El resultado tiene tres características distintivas:
Primera, un tamaño que será tan sólo un poco más pequeño que el de una casa estándar del lugar.
Segunda, la flexibilidad. El equipamiento estará prácticamente autogestionado, tendrá un uso intermitente y no podrá dotarse de personal fijo. Su uso estará vinculado a lo que necesiten los vecinos, y esto puede muy bien ser una cosa diferente cada vez: una barbacoa, una pequeña exposición, reuniones, asambleas, un lugar donde estar tranquilo.
Tercero: al ser un edificio público, no va a necesitar valla. Estará abierto, se podrá recorrer a placer, se podrá tocar. Será, pues, el hito que necesite La Cometa para tener un mínimo de identidad. Será lo que represente la urbanización.
Miquel Subiràs sólo necesitará dos decisiones para que el edificio esté hecho.
Uno, colocar el edificio: en una parcela pública existente al inicio -en la puerta- de la urbanización existe un margen, que se condiciona y se potencia hasta que presente la altura aproximada de una planta estándar. Este margen dará dos cotas: la superior será la de acceso, donde más tarde se colocarán unos juegos infantiles. La inferior, la del uso. Allí se desarrollará toda la actividad. Unas escaleras-grada -de nuevo la flexibilidad- conectan los dos niveles al tiempo que se convierten en un espacio de estar y de reunión por la misma razón que, en una fiesta de piso, todos terminamos charlando en el pasillo.
La cubierta es el rasgo distintivo del conjunto. Arranca del suelo, se dobla sobre sí misma poniéndose más o menos horizontal y vuelve a bajar, soportándose a sí misma. La estructura: cuatro tubos de acero de sección circular que forman esta curva, tubos que en un momento dado soportan una cubierta que abriga la urna de vidrio que forma el espacio que se puede climatizar. Es en este punto donde aparecen unos pilares mínimos que estabilizan el conjunto. Cada tubo soporta por su eje largo una hilada de planchas de acero que se solapan ligeramente entre ellas, soldándose cuando hace falta. Luego aparece algún truquillo, como doblar la cubierta sobre la urna de vidrio para proporcionar algo de aislamiento, cubierta queda vista por su parte superior, donde queda por debajo de la altura de la cintura de una persona, convirtiéndose también en fachada -lo es en toda su longitud, cuando se nos presenta sesgada, porque no llega nunca a ponerse vertical- y es una fachada que se ve perfectamente. Es un techo bajo nuestros pies.
La estructura se coloca paralela al margen, en una disposición osada, rara pero no inusual: siguiendo el eje longitudinal del edificio. A lo largo: aparentemente la posición más antieconómica, a no ser que esta decisión conforme todo el proyecto y no necesite nada más: en arquitectura puede suceder -sucede más de lo que nos pensamos- que lo más caro puede ser lo más barato.
La posición de la cubierta nos permite entender el edificio entero y nos permite relacionarlo con el paisaje. Las ondulaciones de la cubierta son las de las montañas circundantes. El edificio es la casa pública y abierta de todos. Para rematarlo, una celosía metálica -grande, aparatosa, profunda, barroca- protege la urna de vidrio por el sur y, lo más importante de todo, Subiràs juega con el bajo mantenimiento a favor del conjunto, porque cuanto más alta esté la vegetación, cuando más fundida esté con las planchas de acero, cuanto más se coma el edificio, mejor funciona. El edificio es una selva, un homenaje a la vegetación exuberante del lugar, una manera de valorar el paisaje cercano: cuanto más crezca, mejor se va a integrar.
Un margen y una cubierta, pues. El margen es de hormigón. La cubierta, de acero: materiales extraños al lugar, pero no a la industria local. Miquel Subiràs los domina bien, y le permiten llevar el edificio a unas cotas de expresividad netamente escultóricas. Este gesto, sin embargo, no es gratuito, sino que abstrae un modo de hacer tan antiguo como trabajar la tierra3: los márgenes de piedra seca. Estos márgenes nacen de la necesidad de acondicionar un terreno en pendiente para su cultivo del modo más ingenioso, económico y sencillo posible: las piedras que salen de aplanar un terreno se apilan en su margen, una sobra otra, y soportan la terraza superior. Este arte se desarrolló muy rápidamente, y estas piedras -y su técnica asociada- sirvieron para conformar barraquitas para guardar herramientas y víveres, e incluso para vivir en ellas.
El Centro Cívico de La Cometa es una abstracción de esta manera de entender la ocupación de la tierra: un modo ancestral que ahora toma una nueva vida -y otra dimensión- cuando los cultivos que la originaron se han marchado y la necesidad de vivienda -y de reunir e identificar los habitantes, que por esto somos seres sociables y sociales -se ha quedado. Subiràs lo ha visto -intuido, más bien- y usado como respuesta para identificar, enraizar y soportar una nueva expresividad. Allá queda.
1_ Heidegger escribió algunas cosas sobre esto, pero en plan frío, aburrido y académico.
2_ Atención: la casa M-Lidia (2000-2002) es, sin duda, uno de los proyectos más importantes de RCR arquitectes y, en su modestia (apenas 90m2 habitables), una obra mayor sin la que no se entiende gran parte de su carrera posterior.
3_ y protegida per la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, por cierto.