Unhappy Christmas*, o la Navidad no es luz

Sobre una instalación navideña de Xevi Bayona i Àlex Posada.

Foto: Xavier Arés.

1_ El artículo que debería ser.

La navidad 2024 se conmemora en Barcelona con una estrella icosaédrica blanca alta como tres personas que parpadea al ritmo de una sintonía ubicada en una plaza de Sant Jaume convertida en un espectáculo audiovisual. El diseño del objeto, con sus pinchos agresivos que recuerdan la versión de 19781 del vehículo con que Kal-El llegó a la Tierra, ejerce una potente fuerza centrífuga que provoca que nos miremos la plaza con otros ojos. La luz rebota contra las fachadas en ángulos desacostumbrados provocando que las molduras de los edificios funcionen diferente. El espacio gira alrededor de un centro que nunca había estado allí. Un simple objeto, un interior sin exterior cargado de forma, tiene la capacidad de alterar la apariencia del lugar.

La nave de Kal-El en Superman (Richard Donner, 1978), fotografiada en el plató.

La estrella de la plaza de Sant Jaume recuerda vagamente la que, con base dodecagonal, corona la Torre de la Virgen de la Sagrada Familia. El número 12 es un símbolo mariano. El número 20 es par, simétrico, diez veces dos. La dualidad multiplicada. La Biblia2 lo asocia a la redención. Los números, en todas las culturas y civilizaciones, tienen un poder simbólico atávico. Desde el momento en que una estrella no es una estrella si no brilla con luz propia este va a ser su material principal. El resto es un soporte. La luz es tanto o más atávica que los números. Toda fiesta ancestral se lleva la suya. La navidad también. La estrella es el símbolo navideño perfecto. Un símbolo laico que, en este caso, recalifica el espacio donde se coloca. Después se saca y todo queda igual3.

Foto: Roser Vilallonga.

PS: el código QR.

El espectáculo audiovisual se revela únicamente después de sintonizar el móvil con un código QR. La experiencia vicaria4 desaparece. En la plaza, los sonidos de ambiente, las conversaciones, algún vehículo ocasional. Dentro de un número indeterminado de auriculares el ambiente cambia. El espectáculo es íntimo, nada fácil de compartir.

Este rasgo, más que ningún otro, da idea de la vacilación de los promotores.

Lo que nos lleva a

Fotos: Ajuntament de Barcelona, cortesía de Xevi Bayona, excepto indicadas.

2_ El artículo que toca.

El filósofo José Ortega y Gasset definió Cataluña como un territorio adosado a una polis, una gran ciudad cosmopolita dotada de una poderosa área metropolitana de espaldas al país del que es capital.

Esta dualidad queda perfectamente representada en la plaza de Sant Jaume, donde las sedes dela Generalitat y del Ayuntamiento quedan enfrentadas. Una alfombra de basalto de Castellfollit crea el espacio entre ellas. La fachada de la Generalitat es obra de Pere Blai, el más grande arquitecto renacentista catalán. La del Ayuntamiento, más torpe, es una obra de Josep Mas i Vila bastante más difícil y divertida, tan compleja que no sé cómo Robert Venturi la pudo obviar en su Complejidad y contradicción. La tensión creada por el conjunto rivaliza con la de los pabellones Alemán y Ruso de la Exposición Universal de París de 1937, y con la creada por algunas esculturas de Chillida y Oteiza. Colocar algo en medio de este espacio de celebración, conmemoración y protesta es un acto de enorme valentía.

Los pabellones de Alemania y la URSS en la Exposición Universal de 1937, o la que liaron Speer y Iofan.
Foto: Edu Pedrochi.

Los dos frentes de la plaza de Sant Jaume vuelven a presentar, por primera vez en nueve años, un solo color político producto en los dos casos de pactos de gobierno frágiles y complicados. Las oposiciones, particularmente las vehiculadas por la derecha, presentan un grado de beligerancia que no busca construir una alternativa, sino desalojar a los gobernantes de una manera reaccionaria. El mensaje suele estar reforzado por una exaltación de los aspectos más sórdidos y excluyentes -es decir, racistas, xenófobos, homófobos y tránsfobos- del debate identitario, todo ello vehiculad por una exaltación de la ignorancia que, paradójicamente, se basa en la perversión de una revisión necesaria tanto de nuestra historia como del canon artístico que la acompaña. En un mundo globalizado, el propio concepto de cultura general se ha vuelto difuso. El vehículo perfecto para esta exaltación de la ignorancia son las redes sociales5. Este panorama lleva un conservadurismo estético asociado que, entre otras cosas, lincha a quien ose hacer algo diferente. Destruir siempre ha sido más fácil que construir.

La estrella de la plaza de Sant Jaume es una propuesta ecuménica, transcultural, el intento de creación de un símbolo que vaya más allá de unas raíces cristianas en franca decadencia. La alternativa propuesta desde quien reacciona contra ellas es la del pesebre tradicional. No importa si ya hay uno en la sede del Ayuntamiento. Ni que un pesebre, por su pequeña escala, presente dificultades de visión. Ni que intentar paliar esto implique un cambio de escala que podría ser tan criticado como la propia estrella. Ni tan sólo importa la estrella. Lo que sí importa es su instrumentalización para destruir a quien la ha promovido.

No es fácil atreverse a crear algo en este panorama.

Felicidades, Xevi y Àlex. Celebrémoslo mientras podamos.

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