La definición identitaria es estructural, y lo es a todas las escalas: personal, social, religiosa, nacional. Mundial, cuando se dé el caso. La definición identitaria es transversal, y recorre todas las clases sociales. Tristemente, el modo más fácil de concebirla es a la contra: no tanto quién queremos ser como quién no queremos ser, un quién no queremos perverso porque, en una clara deriva aspiracional, las definiciones a la contra van acompañadas de una extraña fascinación hacia aquello de lo que nos queremos alejar. Eso explica buena parte del panorama político global. También explica por qué la arquitectura de la vivienda suele ser la más mediocre y conservadora de cuantas existen lo que, si tenemos en cuenta que la arquitectura de la vivienda es LA arquitectura1, deja a los arquitectos como unos profesionales que adornamos con una pátina bohemia un ejercicio profesional fundamentalmente conservador.
En el artículo anterior escribía sobre el Hi-tech como un corriente que imbuyó la arquitectura de una capacidad propositiva, de un optimismo y de una confianza en el progreso maravillosa -sí, un poco naif y perversa también-, y lo hice a través de un equipamiento público pagado por un potente país del primer mundo.
Si pensamos en Hi-tech y vivienda los resultados serán mayormente decepcionantes: maquillaje de construcciones convencionales más o menos bien resueltas. La vivienda Hi-tech derivó rápidamente en un fachadismo sin interés.
Esto es todavía más triste tenemos en cuenta unos inicios tan prometedores como los de la casa que Richard y Su Rogers construyeron para los padres del primero, una casa que solidifica de modo bastante literal los ideales de transparencia y ligereza del movimiento al identificar la vivienda con toda una parcela londinense suburbana. La casa de los padres de Richard Rogers es un manifiesto a la espera de ser socializado.
En el momento más dulce del Hi-tech se construyó en la misma ciudad de y al mismo tiempo que el Carré d’Art el edificio de viviendas que mejor cristaliza los ideales del movimiento: el Nemausus. Su arquitecto: Jean Nouvel, un francés irreverente y transgresor que, por una vez en la vida, parecía creerse de veras la imagen que transmitía. No os sorprenderá que considere a Novel como uno de los arquitectos más importantes del último cuarto del siglo XX y de lo que va del XXI. Nouvel es capaz de manejar grandes presupuestos -presupuestos estatales- y tratarlos con solvencia en encargos tan osados y propositivos como le permite un ejercicio profesional marcado por un entorno socioeconómico conservador.
La joya de la corona de la obra de Nouvel es su vivienda social. La joya de la corona de su vivienda social es el Nemausus. No exagero si digo que el Nemausus es un edificio de viviendas tan importante como la Unité d’Habitation de Le Corbusier.
El Nemausus es lo que pasa cuando un arquitecto es capaz de proyectar confrontando un encargo de raíz, sin el más mínimo prejuicio, con optimismo y descaro. En el Nemausus la vivienda no es aspiracional. Es grande. El doble de grande, concretamente. Donde se demanda una vivienda de 40m2, Nouvel construye 80. Donde se piden 120 propone una casa elevada de 240. Y todas con jardín.
El Nemausus es, también, una reivindicación profesional. El arma principal para que esto suceda no es el diseño, sino el control de costos. Nouvel pide cumplir el presupuesto asignado y nada más. Su estudio lo administra y gestiona a placer para conseguir una intervención el doble de grande de lo que se demanda. Y será aquí donde el Hi-tech pasará de estilo a recurso, un recurso tan radical que rozará la contracultura y el trash cuando en una trama urbana medieval Nouvel dispondrá dos barras de vivienda alineadas por el testero a la calle, barras conformadas por una sucesión de pórticos de fachada a fachada de diversos pisos de altura. Las pasarelas de acceso -porque se accederá al conjunto por pasarelas, que son mucho más baratas- y los jardines son simétricos entre ellos, y se proyectan en voladizo desde los extremos del pórtico, recurso que compensa los esfuerzos transmitidos por las jácenas a los pilares, abaratando el conjunto. El aparcamiento es, simplemente, una planta baja vacía. Este espacio en bruto se compartimentará y cerrará con elementos provenientes de la arquitectura industrial como si de una fábrica o de un parque de bomberos se tratase. Destacan unas puertas de garaje que permiten sacar -sacar literalmente- la fachada en los espacios de vida, construyendo con este gesto la transparencia, la ligereza y la belleza propias del Hi-tech al dejar estas estancias flotando a la altura de las copas de los árboles que crecen entre barra y barra, a menudo filtradas por las plantas de los jardines. Las viviendas son funcionales casi sin estar acabadas, y serán customizadas más tarde por los usuarios. El resultado: un híbrido entre contenedor y nave espacial provocadoramente ajeno al lugar, tan desafiante en su estética inclasificable3 como amable donde tiene que serlo, es decir, al interior.
En estos tiempos en que los arquitectos identificamos la vivienda social aspiracional con bóvedas de piedra artesanales que semejen el ideal romantizado de una casa entre medianeras, una vivienda que postula valores neotradicionalistas pseudocientíficos y nostálgicos de un pasado que jamás existió -un falso histórico, vaya4– el Nemausus reivindica la belleza de lo nuevo, un cierto macarrismo bohemio y la mucha responsabilidad que implica el actuar como el transformador social que debería ser el arquitecto. No podemos entender obras como las de Herzog & de Meuron, Shigeru Ban, Bruther, RCR o, sobre todo, Lacaton & Vassal, sin el Nemausus, un proyecto plenamente vigente, una propuesta vital, artística, profesional que concibió la utopía como un ejercicio realista.
Y no tengo nada más que añadir.
1_ Curiosamente, los arquitectos solemos dejar de lado la vivienda en nuestra manera de vendernos, premiarnos, promocionarnos y difundirnos.
2_ Una arquitectura comercial miope a cualquier cosa que no sean sus objetivos inmediatos, recordemos.
3_ Que, por desgracia, se ha gentrificado, que es lo que sucede siempre que la academia devora la contracultura.
4_ Y, dicho sea de paso, son proyectos bastante o muy buenos.