En 1914, el tiempo medio de atención que recibía un cartel colgado en la calle era de minuto y medio. Ahora hemos dejado de verlos. Vivimos sometidos a un bombardeo constante de información. Las redes sociales nos ofrecen videos cortos, muy cortos, tanto que el montaje está siendo sustituido por cortes brutales entre unidades argumentales rara vez completadas, unidades argumentales radicalmente diferentes entre sí incluso cuando tratan el mismo tema. Esto ha llevado a los canales donde se emite esta información -tiktok, Twitch, Instagram, Twitter- y quien las prepara, no ya periodistas sino influencers o streamers a la era del hiperpresente. Por mucho esfuerzo, por mucha capacidad creativa, por mucha inteligencia que se vuelque en estos contenidos -y vaya si existe-, todo es efímero. El hiperpresente es un momento sin memoria ni futuro estructuralmente incapaz de crear algo mínimamente duradero1. Y el hiperpresente es exitoso.
España alojará parte de las sedes donde se celebrará el Mundial de Fútbol 2030. Los 48 años que separarán las dos veces que habrá alojado este evento merecen una reflexión, que parte de la imposibilidad de separar la arquitectura de las circunstancias que provocan su aparición.
En 1982, el fútbol se vivía con un cierto candor. Un candor que podía ser tan inocente como brutal, si se quiere. Un estadio, cualquier estadio, era una olla a presión donde un terreno de juego era rodeado por un graderío jerarquizado -poco jerarquizado- en función de tres factores: la luz solar, la distancia respecto de la cancha y la eventual cubrición de parte de los asientos. El resto del estadio alimentaba este graderío, alojando los accesos y unos pocos servicios: un control de accesos, baños y algún bar. En 1982, un estadio era un mamotreto que se usaba unas pocas horas cada quince días, permaneciendo vacío el resto del tiempo.
La diferencia fundamental entre el fútbol de 1982 y el de 2023 es que el espectáculo ya no está en la cancha. Ahora se ha desplazado a la grada. Al público, un público real y virtual de un alcance miles de veces superior al que aloja el estadio. El público es el espectáculo, pero no cualquier público: está previsto que los palcos VIP, un pequeño porcentaje de las gradas, superen en ingresos a todo el resto del estadio2. Teniendo en cuenta que el fútbol siempre ha sido aspiracional, el público que paga semejante pastizal por asistir al campo quiere ser -ya es3– el centro de atención por encima de cualquier otro suceso que los rodee. Esta consideración se extiende también al público virtual. Esto ha motivado que los estadios pivoten sobre sí mismos, convirtiendo en protagonistas no ya al espectáculo, simple excusa para producir un evento, sino a unos asistentes que pagan para exhibirse.
El hecho más relevante de la arquitectura del mundial 2030 es que estará erigida encima de la arquitectura de 1982 que, en casi todos los casos, ya había reformado estadios existentes. Los estadios tienden a conservarse, recreciéndose, cambiando su carácter, propiciando maniobras de greenwashing y mediatizándose, sea convirtiendo el estadio en una joya ajena a su entorno -como el nuevo Santiago Bernabeu- o transformándolo en un aparato para la producción de eventos aspiracionales -como el nuevo Camp Nou, ahora en las fases iniciales de su reforma-. La nueva arquitectura de los estadios tiende a fundir lo real y lo virtual, generizándose y convirtiéndose en un pretexto para monetizar cualquier aspecto asociado al fútbol, que vive en un hiperpresente que ha llegado a banalizar su propia esencia desde el momento en que ni tan sólo importa demasiado quién gane o quién pierda al diluirse las rivalidades: la arquitectura de los nuevos estadios convierte el evento en el espectáculo y al fútbol en su música de fondo.
Estamos a finales de 2023. Siete años antes de la inauguración del mundial, queda terminar este artículo con una serie de preguntas abiertas:
1_ ¿Qué encaje urbano puede tener un estadio preparado para eventos globales deslocalizados, unos eventos donde los ingresos presenciales, físicos, son sólo una parte de lo que se espera generar?
2_ ¿Quién es el usuario? Las brutales diferencias entre lo que paga un espectador medio -el ruido de fondo del ruido de fondo- y un espectador VIP4 suscitan reflexiones verdaderamente incómodas sobre quién es el cliente final de este evento. Y mejor no hablar de la gladiadorización de los futbolistas.
3_ ¿A quién representa un estadio? Las nuevas arquitecturas de estos estadios tienen como principal punto en común el ser absolutamente genéricas. La localización del estadio, incluso, ya no es relevante5, sino circunstancial, teniendo en cuenta, como máximo, una relación adecuada no ya con la ciudad, si no con unas infraestructuras de acceso que incluso podrán ser reformadas ad hoc.
y 4_ ¿Es relevante la calidad de la arquitectura? Las nuevas instalaciones van a ser proyectadas adecuadamente como lo que son: infraestructuras para el espectáculo que eventualmente pueden llegar a formar parte de él. No tengo la menor duda que lo van a conseguir6. Lo que significa esta arquitectura, su historia, su valor como patrimonio, su encaje urbano, la calidad de su arquitectura, son meros datos en una tabla de Excel.
España 2030 será el mundial de los economistas, los auténticos protagonistas de estas maniobras, los artífices de los estadios-infraestructura del espectáculo abiertos cada día, los que han impuesto el carácter de lo construido. España 2030 será la consolidación del rol del arquitecto como decorador, un promotor de telones de fondo que combinan interiorismo y exteriorismo, arquitecturas del hiperpresente que culminan una manera de vernos y entendernos que, de puro incomprensible, nos ha vuelto irrelevantes. Veremos hasta cuándo.
1_ La base de esta reflexión es un diálogo entre Ángel Codón y Paco Fox en su podcast Tiempo de Culto, que puede oírse en el episodio 183 (creo).
2_ https://www.sport.es/es/noticias/barca/asombrosa-cantidad-dinero-espera-ingresar-91927989, o cómo fracasar en la tesis doctoral me ha enseñado a citar correctamente.
4_ Y lo que paga este espectador medio puede significarle un esfuerzo económico mayor que el que efectuará el espectador VIP que realmente es tenido en cuenta.
6_ Más teniendo en cuenta la sorpresa agradable que ha significado el incremento de calidad entre los render del Santiago Bernabéu y su resultado final.