
Lluís Nadal se ha apagado a los 96 años en el silencio en que pasó la parte final de su vida. Su trayectoria es difícil de seguir, quedando reducida a unas insuficientes publicaciones. El COAC, que custodia su archivo desde hace 23 años, no ha realizado ningún esfuerzo por difundir de su obra. Sus fondos no están digitalizados. La web arquitecturacatalana.cat, portal de difusión de arquitectura de la institución que, al igual que el propio Archivo, está mal dirigida y peor comisariada, tan sólo recoge 16 obras de manera desganada. En la Red no consta ninguna información sobre si su obra recibió algún premio importante. Por pura intuición, he visitado a lo largo de los años todos sus edificios conocidos mínimamente visibles desde la calle no pocos de ellos varias veces. Lo que he visto lo identifica como uno de los arquitectos más importantes de nuestra historia reciente.

El contexto cultural que rodea al arquitecto no puede ser más potente. Originario de Cassà de la Selva, Lluís Nadal es el hermano gemelo del historiador Jordi Nadal, especializado en historia de la economía. Su tesis doctoral fue dirigida por el mismísimo Jaume Vicens Vives. El también historiador y político Joaquim Nadal y el escritor Rafael Nadal son sobrinos suyos. No son los únicos miembros interesantes de la familia, que tuvo como primer arquitecto al fascinante Raimon Duran Reynals, verdadero animal que, con una trayectoria madura desarrollada durante los años más duros del franquismo y el estraperlo, no tiene un solo edificio malo. Y construyó muchos. Duran Reynals es un ejemplo paradigmático de arquitecto que construye una teoría profunda sin necesidad ni de escribirla ni de refrendarla con ningún estilo, sin otra preocupación que la calidad de sus obras. Las interpretaciones las hacen los críticos. El Mundo Platónico de las Ideas reside inalcanzable, fuera de nuestra vista. Una teoría escrita no es una idea. Es una manifestación concreta de esta idea. Un edificio, igual. La colección de sus edificios remite a los mecanismos más puros de la creación1 y, a la vez, se convierte en una de las manifestaciones más puras de la cultura de nuestro país.

En una entrevista realizada por Lluís Clotet para Quaderns d’Arquitectura i Urbanisme2, Lluís Nadal se declara admirador de Duran Reynals. Coherentemente, su trayectoria presenta paralelismos muy potentes con la de su amigo, pudiéndosele aplicar la definición anterior con bastante precisión. Para entenderlo sólo hace falta comparar su casa de la calle Balmes 295 con la casa Espona de Duran Reynals, ambas en Barcelona. Las dos, distantes poco más de veinte años, son de un racionalismo rabioso. La primera copa la casa de José Luís Sert de la calle Rosselló de manera casi literal, reivindicando el legado del GATCPAC en un momento en que hacerlo es casi un acto de disidencia3. La segunda adapta la arquitectura de Terragni4. Detrás de las fachadas, unas plantas burguesas muy bien resueltas que usan la pureza de la composición como un ejercicio de precisión y concreción que evolucionará hacia lo que necesiten el encargo y el contexto.


A diferencia de Duran Reynals, Lluís Nadal no trabajó nunca solo. Buena parte de su obra, casa de Balmes incluida, está firmada con Vicenç Bonet, al que pocos años más tarde se sumaría Pere Puigdefàbregas. La asociación de los tres daría algunos de sus mejores edificios. Más tarde tendría otras colaboraciones relevantes. No conocí a Lluís Nadal personalmente. Sí fui alumno de un Vicenç Bonet al borde de la jubilación. Profesor discreto, magnífico, Bonet enseñaba construcción. Sus clases eran técnicas, medidas, discretas. Quizá por su cansancio vital, a veces se enfadaba solo. Jamás nos habló de él. Jamás se reivindicó. Años más tarde descubrí, con alegría y ternura, el magnífico arquitecto que fue. Su obra -la de los dos, luego tres- abarca todo tipo de encargos, desde vivienda social a grandes casas lujosas para gente acomodada y no pocos equipamientos. En medio, bastante atención a las casas de pisos de clase media, el tipo de encargo más extendido en el mundo de la arquitectura y, paradójicamente, el menos reconocido, el más invisibilizado a pesar de constituir el grueso de nuestro tejido construido. Tres de estas obras -las casas de pisos de la calle Lepant y del Paral·lel en Barcelona, la casa Ixart en Tarragona- constituyen las mejores obras del estudio. Valientes, discretas, magníficamente construidas, bien proporcionadas, se erigen en propuestas urbanas sólidas. Todas ellas son plenamente vigentes. La casa de la calle Lepanto; prima de la de la calle Balmes, conceptualmente clarísima, limpia, un manifiesto de arquitectura realista que ha envejecido con tanta dignidad que se puede afirmar que está mejor ahora que cuando se entregó. Su composición es potente, directa sin ser esquemática, con un cuerpo central casi macizo que la ancla al lugar, con los balcones arrimados a los laterales entregando el edificio a los vecinos, creando continuidad, ensanchando la medida aparente de la casa con maneras de hacer más propias de la frescura del Modernismo que del moralismo calvinista del Racionalismo.

La casa del Paral·lel, una de las calles más interesantes de la ciudad: su resolución tranquila del ángulo de 45º con que el trazado de la avenida corta una manzana estándar del Ensanche esconde un esfuerzo compositivo impresionante que fuerza a que dos de las tres fincas que conforman el edificio monten soluciones ad hoc invisibles desde fuera. Los arquiectos esconden los trucos. El carácter es absolutamente tranquilo. El juego vertical-horizontal, la continuidad urbana, siguen allí, monadas en una composición más contemporánea que el grueso de los edificios construidos hoy en día.

La casa Ixart no tiene planta baja. Enfrentada al brutal cambio de cota entre el nivel de la ciudad romana y el de la playa, enfrentada a la muralla y rodeada de edificios modernistas de menor escala, los arquitectos resuelven este emplazamiento tan complicado poniendo dos edificios uno sobre otro. Entre medio, la plaza de acceso, las vistas desde la calle, un corte que interrumpe la construcción en toda la superficie de la planta baja. La casa parece no estar. Cuando la miras -si la puedes mirar, escondida como está tras unos enormes sauces llorones-, la enorme masa de un edificio franquista especulativo queda convertida en una palazzina -es decir, un edificio de viviendas a cuatro vientos- flotante, de un aspecto elegante que mezcla influencias modernistas con otras italianizantes, reduciendo su volumen aparente.

El espacio público expresa la casa Ixart. No por última vez. La incorporación de algo parecido a un espacio público se convertirá en un recurso recurrente que marcará muchas de las obras de Lluís Nadal. Las casas familiares gemelas de La Fosca: una calle con habitaciones. Sus edificios públicos, igual; la excepcional estación de autobuses de Tarragona: una enorme cubierta plana cubre indiferente una calle que sube y baja. Autobuses y personas empequeñecen. La estación es una infraestructura sin fachada, puro espacio interior-exterior funcional, eficaz, con ese aire escondido de grandeza decimonónica que no conozco en ningún otro equipamiento parecido. La ETSAV, es decir, la Escuela de Arquitectura del Vallès; el mismo edificio que la estación: un equipamiento que mira hacia adentro, volcado sobre una calle tranquila creada por los arquitectos más pública que las calles públicas que la rodean, donde se concentra toda la actividad. Los espacios están bien resueltos. Huelga decir que la ETSAV, como la estación de autobuses, tampoco tiene fachada, y que este vuelve a ser el mejor recurso para resolver un edificio enorme mal emplazado en un barrio de casitas unifamiliares de poca densidad. La dificultad de diseñar un edificio aparentemente tan tranquilo queda manifestada si se compara con la pésima ampliación de Javier García-Solera, un proyecto que sólo se mira a sí mismo. El edificio resulta tan eficaz y patafísico que hace cuestionar la conveniencia de la propuesta alternativa de Lluís Clotet e Ignacio Paricio para el mismo edificio, tan bella y contundente que roza la genialidad.

La carrera de Lluís Nadal es tan extensa y de tanta calidad que puedo escribir esto sin mencionar las viviendas de La Vinya en Montjuic. No importa: la mayor parte de su obra sigue inédita. He tenido la suerte de conocer mucha obra inédita de otros arquitectos vivos y muertos, todo tipo de proyectos que, por lo que sea, sus autores han decidido no publicar5. Mi experiencia con ella me dice que no suele desmerecer otros edificios más conocidos. No tengo dudas que sucede lo mismo con Lluís Nadal y sus socios. Sí tengo curiosidad por conocer estos otros proyectos que nos hablan de un gerundense que supo conectar referencias nacionales e internacionales en una obra consistente que ha conseguido lo más difícil que puede hacer un arquitecto: dignificar el tejido. Y emocionarnos un poco.
Descansa en paz, maestro.

1_ Esta frase me la dijo Enric Massip-Bosch, otro admirador de Duran Reynals.
2_ Cuando Quaderns era una revista que valía la pena ser leída.
3_ Esta casa, más un homenaje a la Nueva Objetividad que a Le Corbusier y a la arquitectura mediterránea, hizo fortuna como una especie de tipología replicable. Pere Benavent de Barberà y Nicolau Rubió i Tudurí construyeron unas interpretaciones interesantes que, por ser casi contemporáneas al original, hacen que la casa de la calle Balmes tenga todavía más mérito.
4_ La calidad de esta obra, uno de los mejores edificios racionalistas de Barcelona, muestra la tremenda habilidad de Duran Reynals en cualquier estilo. Su testamento arquitectóico, una pequeña casa de pisos en la calle Zaragoza, lo reconcilia con este estilo.
5_ Al azar: Carlos Ferrater, MBM arquitectes, Rafael Masó, Albert Viaplana, RCR arquitectes, Harquitectes, Manuel Brullet, Bach i Mora, Quico Vayreda, Xavier Busquets, Luís Gutiérrez Soto, entre otros.
Gracias por el dedicado texto. Desconocía los proyectos en Tarragona. Tan cerca y desconocidos.
Debo pasar y revisitarlos.