Carme Pinós_ Edifici Flik Flak

Foto: Jaume Prat.

¿Para qué?

Recuperar una joya del patrimonio arquitectónico de la postransición1 que nadie quería ni necesitaba. La Pista, concebida originariamente como Centro Cívico a finales de los 80 por Carme Pinós y Enric Miralles, es un edificio alucinante, una pieza de paisaje, un ejercicio conceptual de primer orden tan potente como excesivo, introvertido y estresante para las arcas municipales, formado por una colección de espacios tan bellos como poco funcionales: una pista polideportiva-sala de actos donde un tercio de su superficie está por debajo de los tres metros de altura, un espacio de relación todo volumen, nada de superficie útil, habitaciones triangulares con goteras y puentes térmicos en todas las plantas, espacios virtualmente imposibles de climatizar y amueblar con muebles convencionales, la perfecta promenade architecturale2 tan anclada en Konstantin Melnikov, James Stirling y Le Corbusier como falta de cualquier tipo de empatía respecto de sus habitantes. La Pista fue reformada como Ayuntamiento por la propia Carme Pinós para ser definitivamente abandonada y amenazada de derribo sobre 2018. No perdió jamás su prestigio, recibiendo visitantes de todo el mundo, erigida en testimonio de dos trayectorias brillantes, furibundas, desconcertantes, inspiradas, talentosas, indiscutibles. Erigida también en monumento, mausoleo, vestigio de la muerte de uno de sus dos artífices.

Foto: Hisao Suzuki.
Planta original del proyecto (via arquitecturacatalana.cat)

¿Dónde?

En Hostalets de Balenyà, Osona, pueblo de 3800 habitantes -3000 en el momento del encargo- que abre la Plana de Vic, pueblo de carretera mayormente industrial, disperso, subequipado, dependiente -como el resto de la comarca- de Vic, su capital, uno de los polos económicos, sociales y culturales más potentes del país. Al pie del Puig Castellar, formación rocosa que limita las vistas lejanas e identifica el municipio, telón de fondo de la intervención, principal punto de referencia para Pinós y Miralles, que aterrazaron el edificio como un eco de esta preexistencia. El enraizamiento de La Pista es geológico, telúrico, no social. Y esto explica muchas cosas.

Foto: Jaume Prat.

¿Cómo?

Posibilismo y realismo. Se aceptan las reformas que Gil Casals, arquitecto municipal, realizó, salvando el edificio en el proceso: el derribo del contundente muro de acceso que, construido en ladrillo sin reforzar, amenazaba con desplomarse sobre la cabeza de algún transeúnte, la colocación de una gárgola lateral que evita que el agua caiga sobre este acceso -uno de los factores más odiados por los ciudadanos-, la sustitución de unas carpinterías de acero que filtraban aire y agua por otras de aluminio con el mismo diseño y mayor sección.

Aceptar que las cubiertas transitables no tienen uso. La reforma de unas barandillas que, desplomadas sobre el vacío, eran inestables, inseguras y peligrosas.

Foto: Jaume Prat.

El derribo de la práctica totalidad de los bellísimos elementos interiores -mamparos y puertas-, que creaban una distribución inhóspita, poco práctica y de difícil mantenimiento.

Foto: Jaume Prat.

La sustitución de las características persianas motorizadas de madera por unas de metálicas, más estables y duraderas.

Planta baja de la intervención. Fuente: web del Ayuntamiento de Hostalets de Balenyà.
Ampliación. Fuente: web del Ayuntamiento de Hostalets de Balenyà.

La creación de tres espacios diáfanos, uno por planta, un bar en la baja -con la extensión de la terraza existente, una biblioteca infantil en la primera, una sala polivalente. El uso de la pista, el elemento más polémico, como puente entre lo viejo y lo nuevo, una ampliación desconcertada no excesivamente inspirada en los detalles, extraordinariamente bien planteada en términos de función y urbanidad, alineada con las calles, con un nuevo acceso principal en el lugar más evidente, formada por espacios tranquilos que albergan una escuela de música: buena idea si tenemos en cuenta que estamos en la comarca donde se emplaza el conservatorio más exitoso de Europa. Sí, de Europa.

Foto: Jaume Prat.
Foto: Jaume Prat.

En términos arquitectónicos: la promenade, el paseo por las cubiertas vacías se usa como eje para la ampliación, un óvalo de espacio de superficie equivalente a lo existente que llega a la calle. La ampliación se somete al edificio original, entendida como zócalo, enterrada respecto de la cota superior, donde desaparece. Unos árboles suplen la pared original de acceso, irreconstruible. Un nuevo ajardinamiento dota de uso a los espacios exteriores. Una pequeña pérgola ancla la construcción existente a la calle. El edificio, convertido ahora en El Flik Flak, reúne por fin las condiciones necesarias para que pertenezca a la ciudad y a los ciudadanos.

Foto: Jaume Prat.

Y un no sé qué de…

Dolor.

Por una manera de hacer que confronta la arquitectura con el uso. Por una muerte. Por la fragilidad de un conjunto que empezó a degradarse en el mismo momento en que se intentó habitar. Por un Ayuntamiento que ha vivido casi treinta años contra el edificio. Por un modo de entender la arquitectura arrogante, autista, quijotesco y sí, institucionalizado por parte de los arquitectos. Por la imposibilidad de una buena comunicación. Por las decisiones que se han debido tomar. Por el proceso.

Foto: Jaume Prat.

El edificio, mientras escribo estas líneas, vuelve a estar temporalmente cerrado.

Esperemos que este cuento acabe bien.

Foto: Jaume Prat.

1 comentario

  1. He podido leer el texto, pese a las dificultades de visión que la tipografía fina ocasiona.
    Encuentro su lectura muy acelerada, consecuencia del uso continuo de frases cortas, sin reposo. Frases que parecen declaraciones de principios, cuando no, de proclamas.
    Pese a todo… y contra todo. Encuentro el texto (como el de IKEA) profundamente crítico sobre una forma de entender y hacer la arquitectura que, afortunadamente empieza a desvanecerse.
    Mi condición de no arquitecto, pero de apasionado por la arquitectura, lector desde mis iniciales 17 años, me lleva a entender el texto sin prejuicios varios y a valorar esa crítica (¡cielos, que planta baja más linealmente torturada!). Como bien dices, no es arquitectura para las personas, lo es para el discurso cultural y «a la moda» (nuevamente la planta baja) que ha asolado (a sol dado) el pensamiento arquitectónico, que la proletarización profesional actual está poniendo en su justo lugar en el mundo.

Los comentarios están cerrados.