La esencia es uno de los valores más apreciados en la arquitectura. Esta esencia se podría definir como aquel estado en que a una construcción no se le puede añadir ni quitar nada. Parece haber un consenso sobre que la arquitectura vernácula es esencial. Si es cierto lo va a ser porque está basada en una total economía de medios: presupuesto escaso, a menudo pobre, elementos mínimos y una total comunión con quien la habita, porque su mantenimiento es elevado. La arquitectura vernácula es ordenada, trazable, orgánica, sensible y adaptable. Es una arquitectura muy probada y experimentada, particularmente si no se le pide más de lo que siempre se le ha pedido. Su objetivo: ser habitada con dignidad por culturas que apenas contemplan la idea de confort.
Esta arquitectura no se puede romantizar. Su economía de medios existe porque no se podían permitir otra cosa1. Su flexibilidad tiene un límite. La paciencia de sus habitantes ante unas condiciones de vida que no han hecho más que mejorar en un marco -el de la vivienda- que siempre ha sido aspiracional, también.
Hace algo más de un siglo, el Movimiento Moderno democratizó la idea de confort. Lo posibilitó y, más importante, lo ligó a la noción del espacio. El espacio es aquello sagrado en la arquitectura2. Aquellos predicadores laicos austeros, conservadores y algo pelmazos sabían lo que se decían, y el tiempo les ha dado la razón.
Intervenir en una casa vernácula consiste en introducir la noción de confort. También poder adecuarla a las demandas de sus habitantes. La intervención tendrá un plus si consigue actualizar el tejido construido existente, particularmente si ésta se ubica en un pueblo pequeño, y ya será óptima si el diálogo con lo existente consigue crear una reflexión sobre el uso y la economía locales, evitando la gentrificación.
La comarca del Aliste, en Zamora, fronteriza con Portugal, pertenece a lo que se ha llamado España Vaciada ya que, después de una cierta bonanza económica, sufrió un proceso de crisis y despoblación que la ha dejado con menos de ocho mil habitantes. Las intervenciones en este entorno, por pequeñas que sean, son siempre sensibles. Esto sucede en una casa en San Vitero, uno de los pueblos de esta comarca, obra del estudioTapia Figueiras3.
La casa en cuestión es algo más que eso, ya que se enclava en una propiedad formada por la unión de varias parcelas en una gran manzana4 del pueblo, una propiedad que es un buen ejemplo de arquitectura incremental, la que se produce orgánicamente cuando se integran edificaciones de diversa condición y función. La propiedad deja vacío su centro, organizando diversas edificaciones perimetralmente, mayormente almacenes agrícolas. La relación con la calle principal, conformada por un frente continuo de edificaciones entre medianeras, se produce a través de dos construcciones adyacentes.
La primera de ellas es un almacén agrícola: básicamente un gran tejado a dos aguas con las limahoyas en las fachadas que conforma un gran espacio de proporciones bastante nobles que se entrega con la calle del modo más económico posible a través de un gran portón metálico.
La segunda es la casa propiamente dicha: una construcción entre medianeras casi cuadrada, de dos pisos de unos 50m2 y unos 7,3m de arista, cubierta por otro tejado de teja árabe a dos aguas soportado por dos crujías asimétricas. Todas las estructuras flexionadas -forjados y cubierta- son de madera. Las paredes, de unos sesenta centímetros de grueso5, son de piedra. La casa es una vivienda tan digna como permitían las circunstancias, robusta y protegida del exterior, con el que se relacionaba únicamente a través de huecos de pequeño tamaño.
El encargo: convertir esta casa en una vivienda de fin de semana para una pareja con hijos a quien gusta tener invitados, permitiendo el teletrabajo, mientras se compatibiliza el resto de la propiedad con usos agropecuarios presentes y futuros.
La manera: haciendo aparecer el espacio interior de la casa en toda su potencia, dignificándolo.
El proyecto se caracteriza por la sutileza de su trabajo, que se ha concretado en una intervención mínima que ha transformado completamente la casa, un proyecto narrativo -es decir, que convierte el recorrido interior en un viaje- y atmosférico -que particulariza y vuelve agradable cada uno de sus espacios-. Marco y Carmen lo han hecho de manera contraintuitiva: si el espacio es pequeño no se simplifica, sino que se trabaja de la manera más compleja posible para conseguir optimizar el confort en un juego de equilibrios verdaderamente difícil, porque resulta demasiado fácil pasarse, sobrediseñar y que la arquitectura se imponga a sus viviendas, convirtiendo el resultado final más en un museo que en un espacio agradable6.
La distribución es sencilla: en planta baja se vive y se trabaja. Arriba, habitaciones privadas que pueden usarse para dormir. La arquitectura trasciende este esquema permitiendo entender toda la casa de una sola vez. El acceso, que se produce tanto desde la calle como desde la nave entre medianeras adyacente, es a doble altura y unifica el volumen de la casa: sus dos pisos y el bajocubierta. Para que esto sea posible se movió la puerta de entrada desde su situación central hasta el extremo adyacente a la medianera de la nave. Este acceso explica toda la casa y la convierte en paisaje: un paisaje interior que se mira a sí mismo, magnificando el espacio hasta que parezca mayor de lo que es, convirtiendo este interior en una especie de microcosmos únicamente relacionado con el exterior a través de los huecos existentes, tan pequeños que se han de ir a buscar expresamente: la casa se convierte en una de las arquitecturas vernáculas que se explican a sí mismas. A esto se le suma la capacidad que da la arquitectura moderna -y las distribuciones inteligentes- de particularizar cada espacio, de privatizarlo y de poderlo usar sin que los diversos habitantes de la casa se molesten unos a otros. La sección, que se expande desde la doble altura hasta el bajocubierta como si de un embudo se tratase, compartimentada con vidrios inclinados que trasdosan los tornapuntas de las cerchas, son el gesto más destacado. Luego, los detalles: pilares descentrados, estructuras metálicas de refuerzo tan bien integradas que parece que hayan estado allí desde siempre, todo perfectamente proporcionado, porque el control de las proporciones es el arma más poderosa del arsenal de un arquitecto, y lo que da la talla de su calidad.
Y el conjunto tiene cara: la fachada al pueblo se ha arreglado, regularizado, ganado proporción al trabajar con vidrios únicos del tamaño del vacío y al repicar el zócalo hasta que salga la piedra. El conjunto se pinta de blanco, y el blanco salta a la nave adyacente. Este conjunto ha adquirido una extraña armonía, o quizá ha revelado la que siempre había estado allí. Se podrá seguir arreglando pieza a pieza, cada una con su lógica. El diseño dará coherencia. La lógica incremental quedará preservada, realzando cada parte, unificándolas todas.
La casa tiene ya unos años de recorrido. Funciona bien por partida doble: funciona porque está bien construida, funciona porque es confortable y se vive bien allí.
La intervención ha conseguido todo lo que se puede conseguir con ella, tanto de cara a sus propietarios como de cara al pueblo. No es necesario otro reconocimiento.
1_ Y ya hemos visto qué nos ha pasado como civilización cuando hemos prescindido de ella.
2_ Luego el posmodernismo se lo cargaría todo sobreintelectualizándose, retornando la arquitectura a ideas abstractas, alejadas de la construcción y del espacio, como el tipo, la originalidad o la autoría, volviendo a producir objetos y, básicamente, involucionando buena parte de lo ya conseguido.
3_ El estudio está formado por los arquitectos Marco Tapia y Carmen Figueiras, y tiene su base en Lugo.
4_ No es una exageración hablar de gran manzana, porque San Vitero, que cuenta con tan sólo 500 habitantes, tiene manzanas, como la que nos ocupa, con el doble de superficie de una manzana Cerdà de Barcelona.
5_ Es decir, dos pies, medida bastante estándar, como mínimo en Europa. Hay una enorme tradición de medir las construcciones en pies. Y por aproximación.
6_ Los premios de arquitectura están llenos de casas así.